Me encontré en un cuarto de fotos. 4 paredes, un techo y el suelo, todos repletos de imágenes .
Fue ahí dónde me acordé que no me gustan las fotos, por los motivos que van a ver acontinuación. En ese momento me habría gustado no haber entrado Dios sabe cómo, pero era tarde, ya estaba ahí.
Inmediatamente empecé a figurar escenas y decisiones. Oportunidades y desperdicios. Pasado dormido por momentos pero siempre a merced de apuñalar. El cuarto empezó a girar conmigo adentro, encerrado en el cubo rebote con lo que ahora podía ser una pared el suelo o el techo, daba igual. Me sacudió mientras me miraba.
Me miré y me insulté, me recriminé, me odié. Y recién luego de todas estas emociones me compadecí. Ver el rostro de ese niño, ese pibe ingenuo que no sospechaba lo que le esperaba ni los errores que estaba cometiendo, me daba en el fondo un poco de pena. Pena que no terminaba de ser una transformación de la misma angustia actual.
En algún momento el cuarto dejó de sacudirse. En el silencio me escuché un segundo. Una pregunta y una respuesta materializada. Empezaron a llover papeles, muchos papeles empezaron a caer en el reducido cubo. Agarré uno, agarré dos, estaban en blanco, eran fotos en blanco.
Mi respuesta estaba ahí, en esas fotos blancas que todavía no se plasmaban como tales. En esas que se diferenciaban de todas las del pasado o presente. Mi completo existir se basaba en eso, en las fotos del futuro.
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