lunes, 10 de abril de 2017

Un pibe repartiendo tarjetas en una ciudad no tan imaginaria

Bajo del bondi en Alem y Pueyrredón. Salí de casa a eso de las 5 de la tarde o por ahí así que deben ser las 6, si mas o menos las 6. Estoy con tiempo. 

Subo por Alem en dirección al centro, tengo acá en el morral las tarjetas para vender y la otra, adentro del cuaderno. Abro el morral para ver si no se movió, se llega a doblar y me muero... sigue ahí buenísimo. Ayer me sonrió. Hoy al Juanjo le pegaron tres tiros.

 Camino un poco mas y me encuentro con un par de pibes del Bajo, me saludan, deben andar buscando hacerse algún teléfono seguro, sí, ahí me muestra uno que sacaron mas temprano, de esos que tienen cámara frontal, le van a sacar unos mangos.

      - A ver vos cuando te dejás de boludear con las tarjetitas. - Me dice el trompa...  o el tuca, no me acuerdo como le dicen y la verdad me da lo mismo, me cae mal.
-         -  Jaja no, nosé. - Les respondo mientras me alejo rápido por Alem.
  Lo que estos hijos de puta van a sacar por el celular yo no lo sacó en todo el mes.

 Doblo por Emilio Civit y saco las tarjetas del morral. Empieza la zona con mas gente. Primero el café ese de las mesitas azules . Hay un cartel escrito con tizas de colores:+ X favor” y del otro lado creo que las promociones del día. Siempre sale un olor muy  rico a café y a medialunas. Ayer me sonrió. Me gusta pasar por acá.

Dejo tarjetas en las primeras dos mesas. Voy a la tercera pero siento que alguien me agarra del hombro.

-         No podés estar acá.-  Me dice un pelado de anteojos y corbata.
-         Estoy repartiendo tarjetas nada más.
-          No pibe, no podes estar acá.
  Miro a las dos mesas anteriores. Las tarjetas siguen tal y como las había dejado. Me vuelvo a buscarlas, pero el pelado me tironea del brazo.
-          ¡Voy a buscar las tarjetas que dejé ahí nada más! -  Me tiró fuerte, dolió bastante.
-          Yo te las busco.
 El pelado va y saca las tarjetas que estaban en las dos mesas, no sin antes pedir disculpas a los clientes que creo que recién se percatan que había pasado por ahí.
-         - ¡Y no te quiero ver mas por acá eh!- Me tira las tarjetas en la cara. - ¿No tendrías que estar en el colegio vos?
-          Voy a la mañana al colegio.- Le respondo todavía no sé bien porqué. Por orgullo supongo. Creo que andar bien en el colegio es lo único que me hace sentir algo de orgullo de mi mismo, no voy a dejar que un pelado forro me venga a tratar de ignorante.
-          No te quiero ver más.- Repite y se mete adentro.

 Me muerdo el labio para no putearlo y sigo mi camino, de a poco me voy  del olor a café y medialunas. Encima me dejó doliendo el hombro. Hoy al Juanjo le pegaron tres tiros. Ya deben ser como las 6:20, mejor me apuro. Ayer me sonrió.

 Paso por el bar ese de cerveza, dejo tarjetas en 5 o 6 mesas, es gracioso ver como de manera casi automática los celulares van escondiéndose por donde paso. El Juanjo ya estaría puteando, “se creen que soy chorro, si fuera chorro no estaría repartiendo estas tarjetas de mierda” .  Y si, ojalá estuviera acá repartiendo tarjetas. Vuelvo a buscarlas, no saque casi nada, apenas dos pesos. Tengo que pensar que algo es algo, ya sé...  aparte ayer me sonrió y ya estoy llegando a Sarmiento.

 El reloj del banco dice que son las 18:45. Doblo por Mate de Luna hasta Sarmiento. Vuelvo a fijarme si la tarjeta sigue ahí, es obvio que sigue ahí pero tengo que fijarme igual. Al Juanjo hoy le pegaron tres tiros y no lo pude ver.  Paso por un par de lugares mas, en una mesa me dejaron 20 pesos, eso es muy bueno, creo que desde los doce que no me dejaban tanta plata, no me quería aceptar la tarjeta pero se la dejé igual. Del resto no saqué nada, pero esto algo lo compensa.

 Cruzo Florida y ya estoy en la peatonal. Las chicas del Santa María salen a eso de las 19 así que llegue con unos minutos de ventaja.

 Los  rayos de sol lentamente empiezan a despedir las hojas de los árboles que cubren la peatonal.  Siento todo un poco más, el aire, el ruido, los olores, las miradas... hasta casi que los arlequines me hacen cosquillas en los pies mientras camino. Llego a la catedral y me siento en los escalones.

 Una noche por casualidad caí a misa acá, no me acuerdo bien porqué. Lo único que sé es que ese día se frenó el tiempo. Nunca me voy a olvidar la primera vez que la vi. Entro por la inmensa puerta de la iglesia acompañada de su familia. Caminaba con gracia, como sabiendo que las luces estaban hechas para ella, el pelo castaño claro cayéndole sobre los hombros, los ojos azules encantando un poco mas que el aire y yo ahí, sin entender bien que era lo que estaba pasando, viéndola pasar hacia las primeras filas. Desde esa vez no falto un solo Domingo a misa. Ya deben ser como cuatro meses  que vengo solo, tengo que hacer una hora de Bondi y llego tarde al barrio, pero no importa. Hoy al Juanjo le pegaron tres tiros, si, pero ayer a la salida me vió y me sonrió y todo tiene color.

 Saco la tarjeta. Me transpiran las manos así que la agarro de las puntas, es plateada y tiene unos corazones en relieve, cuesta mas del doble que las normales, espero que le guste...  la doy vuelta y leo como por vigésima vez lo que le escribí hace ya unas semanas. Es la letra de una de mis canciones favoritas, nadie la conoce de mis amigos y mejor que sea así porque sino me van a tratar de puto: “No hay mas estrellas que las que dejes brillar”.

 En cualquier momento va a llegar a Jagger a tomar una coca con sus amigas, como todos los días después del colegio. La veo siempre cuando paso repartiendo por acá. Varias veces pensé dejarle la tarjeta pero no me animé, hasta hoy, ayer me sonrió, es hoy o nunca.

 Miro la tarjeta, no es suficiente. No es suficiente. Levanto la mirada y veo el kiosko de enfrente. Tengo veintidós pesos en el bolsillo, me alcanza para comprar un chocolate. Me levanto automáticamente, creo que casi ya no estoy pensando. Me meto al kiosko y salgo justo al momento en que Rosario llega con sus amigas en la otra cuadra. Hace ya un tiempo que escuché a la madre diciéndole Rosario, pero obvio, ella no lo sabe. Empiezo a caminar hacia Jagger. ¿Le digo hola Rosario? No, no, la asustaría bastante. Ya pensé mil veces esto no sé porque empiezo a dudar ahora. Me tiemblan las piernas y siento que tengo un redoblante en el pecho.  Va a estar todo bien, ayer me sonrió.

 Estoy acá, Rosario está con dos amigas en una mesa al otro lado del local. Vestida como siempre a la salida del colegio, camisa blanca y pollera cuadriculada, el pelo suelto a un costado... lo tengo que hacer, no puedo ser cobarde, hoy no.

Respiro hondo y voy hacia su mesa:

-         Hola soy Jonathan.- Digo con la voz medio cortada. Nunca tuve tanto miedo.
-          No, no queremos nada.- Dice Rosario sin levantar la vista.
Sigue la conversación con sus amigas pero la interrumpo.
-         Es para vos.- Extiendo el brazo con la tarjeta y el chocolate.
-         No tengo plata y no quiero nada te dije.- Sigue sin levantar la mirada.
-          Es un regalo.
Las amigas se empiezan a reír, por primera vez Rosario gira la cabeza hacia donde estoy yo, pero no me ve, apenas le da una mirada desinteresada al chocolate y la tarjeta. Me tiemblan las manos.
-         Te agradezco. Pero no.- Esboza una sonrisa ensayada y vuelve la cabeza hacia sus amigas.
Estoy parado con la tarjeta y el chocolate en la mano. Las tres chicas ahora miran a la mesa en silencio. Rosario se mantiene seria mirando un punto fijo mientras sus amigas tratan de aguantar la risa. No sé que hacer. No sé que hacer.
-         ¿Te podés ir por favor?- Me dice visiblemente molesta.

Creo que dije si, o algo así. Algo debo haber dicho. Nosé. Se me nublan los ojos y me tiembla cada vez mas el cuerpo. Giro y me alejo de la mesa. Empiezo a caminar. No veo nada mas que sombras blanco y negro, escucho unas risas que de a poco se alejan, creo que me caen lágrimas, la verdad no lo sé ni tampoco me importa. Ni siquiera me miró.

 Camino cada vez mas rápido, creo que estoy corriendo, ni siquiera me miró, ni siquiera me miró ¿por qué? ni siquiera me mi.. choque contra alguien, acabo de chocar a una señora, no la vi. Traía un paquete en las manos  y se le cayó.

-          Perdón.- Me agacho para levantar el paquete, pero la señora no me deja
-         ¡No! ¡Salí de acá negro de mierda!- Me grita.
Siento una punta en el pecho. No es la primera vez que me dicen eso por supuesto, pero ya no puedo más, ya no puedo más.
-        - ¿Qué estás haciendo flaco? - Un par de tipos se acercaron a ver que está pasando, uno me está agarrando del hombro que me duele .

 No le contesto, solo me libero y corro. Me gritan algo. Corro dos cuadras o tres, no sé cuántas van pero creo que ya no me siguen.  Me detengo, me falta el aire, no puedo dejar de llorar como un puto. No puedo. Ni siquiera me miró. No puedo. Mira como lloro, como un puto, soy un puto.
 Me desplomo en la esquina.
-          ¡NO PUEDOO! ¡¿POR QUE NO PUEDO?! ¡NO PUEDOOO! ¡NO PUEDOOO! ¡NO PUEDOOO! ¡¿POR QUEEE?! ¡¿POR QUEEEEE!?

 Se hizo de noche, no sé hace cuanto estoy acá gritando una y otra vez  lo mismo. No entiendo, no entiendo, ¿qué hice mal? ¿por qué ni siquiera me miró?
 Frena un auto. Lo que me faltaba. La policía.

-          ¿Qué hacés acá?- Me pregunta un gordo. No le contesto.-  Mostrame tus documentos.

 No los tengo. Ya sé lo que va a pasar, me van a llevar y me van a tener toda la noche encerrado para averiguar  antecedentes. Yo no soy un chorro, no tengo ningún antecedente. No tengo porqué bancarme que me lleven. Ni siquiera me miró. No pienso dejar que me lleven. No quiero. Hoy al juanjo le pegaron tres tiros y puede haber pasado cualquier cosa. No voy a dejar que me lleven.

-        -  ¡Eh! ¿Sos sordo que no contestás?- Me dice ahora el otro. Son tres.

 El tercero trata de agarrar el morral pero se lo arranco y salgo corriendo.  Me persiguen. Hoy al Juanjo le pegaron tres tiros. Doblo la esquina y vuelan sombras. Blanco y negro, grises no veo mas que grises con formas de calles y veredas y un callejón.  El callejón, me tengo que meter por el callejón. Cruzo la calle en diagonal, casi me pisa un auto, estoy a media cuadra... piso mal y caigo al piso. Me golpeé feo la rodilla. ¡Ahh duele muchísimo! Pero tengo que seguir se me acercan los canas. Ya no me puedo meter al callejón, están lo suficientemente cerca para verme. Corro, como puedo corro pero me duele mucho. Corro una cuadra mas, siento que me agarran las piernas desde atrás, caigo en seco al piso.

-         ¡PARÁ LOCO, PARÁ YO NO HICE NADA!
-         ¡QUEDATE QUIETO HIJO DE PUTA!- Me golpea contra el pavimento. Llegan los otros dos.
-         ¿Pensabas que te ibas a escapar pelotudo?- Me dice ahora el gordo mientras me patea en el piso.

 Estoy llorando otra vez, pero ahora también de dolor físico, creo que me quebré la rodilla.

-          ¡CALLÁTE!- El que me volteó ahora me pone el brazo en el cuello. No puedo respirar.
-          - ¡Pará, pará por favor no puedo respirar!
-         ¡QUE TE CALLES TE DIJO!- El gordo me vuelve a pegar una patada.
-         -¡AYUDA! ¡AYUNDENME POR FAVOR!- Grito con lo último que me queda de aire.

Nadie hace nada. Solo hay un par de personas que se pararon a presenciar la escena mientras el resto pasa indiferente. Ahora aumenta la presión del brazo sobre mi cuello. No puedo respirar, no tengo mas fuerzas. Ni siquiera me miró. ¿Por qué ni siquiera me miró? Caen las lágrimas en la vereda. El sonido se empieza a apagar. Se me nubla la vista.  Hoy al Juanjo le pegaron tres tiros. No puedo respirar. Hoy al Juanjo le pegaron tres tiros. No puedo...